jueves, 24 de febrero de 2011

Los partos de Chu

El Parto de Alina
El 18 de julio de 2006 di a luz a mi primer bebé, Alina.
En aquel entonces por miedos, inseguridades e inexperiencia el parto de Alina fue en una clínica, como es lo convencional.  No fue una buena experiencia. Yo había leído sobre el parto humanizado y manifestado a mi obstetra mis inquietudes: que se me respete si no quería la peridural, poder elegir la posición para parir, no quería estar acostada.  ¡Qué ingenua! Me vi atrapada en una rutina, en la cual viví constantemente una invasión. Lejos de ser respetado el parto fue sumamente intervenido, me lo provocaron sin mi consentimiento, la partera me trato muy mal, terminé acostada en la camilla, con las piernas hacia arriba... y como es imposible parir en esa posición sin apoyar las piernas el anestesista (que después de ponerme la peridural se fue a ver el partido de river, ahí en la sala de parto) se subió encima mío con todo su cuerpo, puso sus manos sobre mi panza y empujó hacia abajo para ayudarme a sacar al bebé de mi cuerpo. Ali nació sin oxigeno, por lo que cortaron enseguida  el cordón, el neonatólogo me la acercó rápidamente, le di un besito y se la llevó para asistirla. Hasta este momento Mariano, que había estado todo el tiempo a mi lado, acompañó al médico que llevaba a nuestro bebé.  No me hicieron la episiotomía, me desgarré muy poquito. La obstetra me mostró la placenta, la vi de lejos desde la camilla. Cuando terminaron conmigo me sacaron de la sala de parto, me dejaron en un pasillo, esperando… vi a unos metros a otra mujer, con su bebito en brazos, tan conmocionada como yo… trabajadores de salud, con sus delantales blancos otros verdes, pasaban caminando, yendo y viniendo… no puedo explicar lo que sentí en esa espera, sola, en un pasillo de sanatorio, después de todo lo que acababa de vivir. Finalmente veo venir a Mariano con nuestra bebita en brazos, nunca voy a olvidar la expresión de su rostro, ¡como la miraba!, ¡como la sostenía! Se acerca y me la entrega. ¡Mi amor! La bebita que durante 9 meses fue parte de mi cuerpo, la estaba teniendo en brazos por primera vez.
Esa noche soñé…
Alina y yo nadábamos en el fondo del océano. Nadábamos con ballenas en la inmensidad  de un mar azul oscuro e intenso, en un profundo y apacible silencio. Luego estoy en una ciudad que está siendo bombardeada, me escondo detrás de un auto y se produce una explosión muy cerca de mí, y muero… (muriendo, me despierto).

El Parto de Manu
El 18 de junio de 2010 di a luz a mi segundo bebé, Manuel.
Después de mi primera experiencia me encontraba más segura, sin tantos miedos. Alina me dio mucha fortaleza. Tenía muy en claro que no quería que el parto del bebé que estaba viniendo sea del modo convencional. Después de buscar y entrevistar a varios profesionales que asisten partos respetando las necesidades de la mujer decidí que sean El Dr. Lodeiro (Tito) y Sandra La Porta, la partera. 
Decidimos con Mariano que el parto sería en el consultorio de Sandra, que es una casa de partos, por la cercanía con la clínica en caso de ser necesario. Llegada la fecha probable de parto ya había empezado a dilatar, pero el parto no se desencadenaba. Como el parto de Alina me lo provocaron sin consultarme para mí era muy importante que esta vez sea espontaneo, pero ya estaba de 41 semanas y nada. Tito y Sandra me indicaron que no era conveniente esperar más. Del modo convencional, me hubieran dado oxitocina por suero, cosa muy agresiva, va directo al útero y de manera descontrolada para el organismo. En cambio en este caso, Tito y Sandra me dieron una pastilla, prostaglandina, que estimula la secreción de mi propia oxitocina. Tomé media pastilla a la mañana y fuimos a la casa de parto, las contracciones empezaron a ser más fuertes y frecuentes pero nada demasiado intenso, el trabajo de parto había comenzado suavemente, había que esperar. Mientras tanto charlamos con Sandra, Mariano compró facturas, tomamos mate… al rato llego Tito, todo era muy tranquilo. A las 13.00 Tito me revisó y todavía faltaba dilatar bastante, y la cabeza del bebé estaba alta, entonces tome la segunda mitad de la pastilla. A los pocos minutos comenzó toda la intensidad del trabajo de parto, las contracciones seguidas y fuertes, sentía que mi cuerpo se partía. Buscaba posiciones de pie, en cuatro patas, colgada del cuello de Marian, gritaba. Sandra me daba indicaciones, me hablaba con voz clara, segura y suave. Me decía lo que necesitaba escuchar. Tito se acercaba suave, apacible, dulce y me decía “todo está  muy bien, lo estás haciendo muy bien”. Quise ir al baño, vomité y rompí bolsa. En ese momento Sandra me ofrece un baño de inmersión, para transitar el dolor. Fue un alivio entrar al agua, me dio  contención y pude transitar las contracciones más tranquila. Sandra me decía: “las contracciones son como olas, vienen, rompen y se van.” Y así las contracciones fueron viniendo una tras otra, hasta que sentí una fuerza extraordinaria que surgió del centro de mi ser, una fuerza que desconocía en mí hasta entonces, y supe en ese momento que en el siguiente pujo nacía mi bebé. Sandra, muy perceptiva, se dio cuenta y anunció: “Nace acá” y me pidió que pujara suave para no desgarrarme… y así fue, Manu nació en el agua y no me desgarré. ¡Qué divino sentir al bebé salir de mi cuerpo! ¡Qué placer, qué alegría! Manu al nacer conservaba la posición fetal. Sandra lo recibió y lo puso en mi pecho lo cubrió con una toalla y le echaba agua tibia con el duchador.  ¡Yo estaba feliz! Mariano emocionado.                                                 
Habíamos prendido una vela en el baño, para el momento del nacimiento, cuidando que el cambio de la oscuridad del útero a la luz mundo exterior no sea tan brusco para el bebé.
Después de un rato, Mariano llevó al bebé a la habitación y allí Mario, el neonatólogo lo observó (literalmente) no hizo otra cosa que mirarlo, Manu estuvo todo el tiempo en brazos de su papá. Mientras tanto Tito me ayudaba a expulsar la placenta,  la cual lleve a mi casa, y la enterré en el jardín, con gratitud y honra.
La noche que nació Manu, soñé…
Abrazada a Alina mirábamos en un inmenso cielo estrellado y profundamente azul, una constelación: un niño o un muñeco.

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