viernes, 8 de junio de 2012

COMADRONAS


En el Imperio Romano, las buenas comadronas eran muy apreciadas y remuneradas, esperándose de ellas profundos conocimientos para atender a las mujeres desde un punto de vista muy amplio. El médico Soranus de Efesos las reconocía como "mujeres conocedoras de todas las causas de las señoras y también expertas en medicina". Por tanto, vemos que cumplían una función no solamente durante el embarazo, parto y puerperio, sino que actuaban como sanadoras, atendiendo las enfermedades propias del sexo femenino, así como aconsejando a las hembras sobre métodos anticonceptivos, abortivos, etc. Por otra parte, entre las hebreas, también eran mujeres las que ayudaban a parir, siendo muy grande su cualificación, y su práctica se extendía a la primera infancia. Ya en el mismo Génesis aparecen nombradas en varios pasajes con motivo del nacimiento de personajes destacados de la historia sagrada. (Ver Gen 35, 16-20; Gen 38, 27-30)
Imagen Estatuilla de un parto, s. V a. C.
Durante la Edad Media, numerosas comadronas fueron sospechosas de aplicar prácticas mágicas en su oficio (ver más arriba la entrada de Brujas), y la Iglesia ejerció sobre ellas un estrecho control y vigilancia. Es cierto que muchas conocían a fondo todo lo relacionado con los ciclos de la naturaleza, los cuales guardan analogía con el propio ciclo femenino, y que su actividad se fundamentaba en la magia simpática entre los distintos órdenes de la realidad, activada a través de conjuros, talismanes, ungüentos y sustancias calmantes, inhibidoras o activadoras, etc., etc. Y puesto que tales conocimientos eran temidos o incomprendidos, fueron rechazados, y muchas de estas hembras debieron protegerse ante las persecuciones y condenas, siendo cada vez más desvalorizadas a medida que nos acercamos al fin del medioevo. A modo de información transcribimos un pasaje del libro de Margaret Wade Labarge La Mujer en la Edad Media (Ed. Nerea, San Sebastián, 2003) en el que dice:
"Fueran cuales fueran las dificultades de las mujeres a la hora de mantener su posición en otros campos de la medicina, en las cuestiones de los partos dominaban casi sin objeciones. Las comadronas eran siempre mujeres y las pocas alusiones a médicos varones en los nacimientos se limitaban a los partos de reinas o princesas e incluso en esos casos son poco frecuentes. Por lo general a los médicos varones les parecía que los partos y la ginecología rebajaban su dignidad y podían causar escándalo. El proceso del embarazo y el parto no se entendía bien. Las prácticas mágicas para facilitar el parto, tales como el empleo de piedras preciosas con propiedades mágicas o cinturones que hacían maravillas, iban unidas a una teoría insuficiente, algunos conocimientos prácticos, y las soluciones pragmáticas deducidas poco a poco para problemas que se repetían. En estas circunstancias no es de extrañar que se pensara que las comadronas tenían un contacto peligroso con la hechicería o el ocultismo.
La historia de las comadronas medievales comienza con la escuela de Salermo y Trotula y, aunque es bien cierto que los primeros conocimientos médicos se concentraban en Salermo, la existencia de Trotula todavía es objeto de encendidos debates. Su nombre se asocia a menudo con dos tempranos tratados que eran muy prácticos. Sea quien sea el autor -ya sea que realmente existió una Trotula que era una experta comadrona que aconsejaba a los médicos de Salerno sobre las complicaciones del parto, ya sea que haya que identificarla con la legendaria, vieja y algo lasciva Dana Trot que encontramos en Chaucer o en el Romance de la Rosa- no es lo que importa aquí. Los tratados que llevan su nombre, que hacen hincapié en la práctica y no en la teoría, circularon enormemente y perduraron bastante: en la segunda mitad del siglo XIII Gilberto el Inglés, que pudo haber estudiado en París, pero probablemente aprendió lo que sabía de medicina en Salermo y Montpellier, en su Compendium Medicinae hacía un estudio detallado y bastante más sólido sobre ginecología. Estas obras provocaron el aluvión de tratados sobre el parto escritos en lengua vernácula y a menudo ilustrados que los médicos universitarios desdeñaban, pero que estaban dirigidos específicamente a las mujeres que sabían leer y las instaban a transmitir a otras esta información. De esta forma podrían ayudar a las mujeres que no se atrevían a contar sus problemas a un hombre 'para que una mujer pueda asistir a otra en su enfermedad y no divulgue sus secretos a hombres descorteses'.
Había una cantidad considerable de comadronas. Alrededor de un tercio de todas las mujeres que aparecen en la compilación completa de médicos franceses medievales eran comadronas (44 de las 121 conocidas por su nombre). Muchas ciudades y pueblos franceses contaban con comadronas juradas que controlaban el acceso a la profesión y mantenían sus niveles. El arte se adquiría mediente el aprendizaje con una comadrona en funciones y la candidata era examinada después por un médico elegido por la administración local. Las podía haber en las ciudades de todos los tamaños que fomentaran los servicios de las comadronas, ya fuera dándoles privilegios, como la exención de impuestos o incluso una pensión al retirarse, o negándose terminantemente a dejarlas marchar de la ciudad."

Fuente:http://www.la-caracola.es/biografias.html