jueves, 15 de septiembre de 2016


“El niño dentro del útero
oye el tambor de su madre,
manteniendo un latido constante.
La costumbre antigua era llevar
un tambor al lugar del parto.
El tambor sonaba constantemente,
igual que el latido del corazón de la madre,
diciéndole al bebé que fuera del útero
todo era tan seguro
como dentro de él.”
(Mujer Ancestral)

jueves, 20 de diciembre de 2012

El parto de Pedro


Mi primera contracción fue a las 2 de la mañana, en la semana 42,5 de embarazo.  Desde ese momento, hasta que nació Pedro pasaron 27 horas.
Durante esas horas pasó casi de todo: comí y tomé todo lo que se me dio la gana, me senté en la pelota, me senté en la silla de partos, me reí, lloré, me duché, me metí en la bañera, prendimos velas, apagamos velas, escuchamos música, apagamos la música, cagué como 4 veces, recibí masajes, bailé, me besé como a los 15 años, putié en todos los idiomas, los vecinos llamaron a la policía, llegó la policía, no le abrimos la puerta a la policía, y nació Pedro!
Me costó entregarme a las contracciones fuertes. Sentía que el cuerpo se me partía literalmente y me resultaba difícil dejarme llevar por esa locura. Pero pude, y es la experiencia más maravillosa y trascendental que viví en mi vida. Es absolutamente recomendable. El embarazo es alucinante. Pero parir en casa, con respeto permanente, acompañada por la gente que yo elegí, poder hacer todo el tiempo lo que yo quería al 100%, sin inducciones, sin episiotomía, sin anestesia... Sentir todo. Es ni más ni menos que sentir TODO.
No tengo idea de en cuántos pujos salió Pedro, nadie me dijo qué ni cómo hacerlo. Todo fue natural e instintivo.
Cada uno de los que me acompañaron en el parto lo hicieron perfectamente bien.
Maxi, mi compañero, estuvo en todo momento de una manera para mí tan perfecta que no encuentro palabras para describirlo. Fue tal su presencia, que no tengo registros por ejemplo de que en algún momento fuera siquiera al baño- Aunque seguramente habrá ido.
La China, mi amiga, me prestó su casa para parir. Me dio todo y más. Fue fundamental, incondicional. Se involucró de tal manera desde que tomé la decisión de un parto domiciliario que no podría no haber estado ahí cuando nació Pedro.
Naty, Ana y Alejandra, nuestras parteras,  nos acompañaron desde que nos conocimos. Siempre dispuestas a explicarnos todo, todas las veces que fuera necesario. Nos divertimos mucho y me sentí súper acompañada y contenida por ellas.
Siento que no tuve un parto fácil, pero estoy convencida de que le regalé a Pedro un nacimiento maravilloso, lleno de amor y respeto por parte de todos los que nos rodeaban.
Apenas nació Pedro me lo dieron y lo puse en la teta. El clima que había en la casa, de emoción y alegría por parte de todos es indescriptible. El cordón lo cortó Maxi cuando dejó de latir. Al rato, empecé a sentir ganas de pujar nuevamente. Era la placenta. Pujé y salió. Las chicas me la mostraron y me explicaban cada una de sus partes. Tuve un pequeño desgarro que jamás me dolió, ni en el momento ni en los días siguientes. Maxi me lo curaba con azúcar y aceite de hipericum.
Al ver mi panza vacía tuve una sensación desagradable y la impresión de tener adentro todos los órganos sueltos. Me bajó mucho la presión. Supongo que también influyó el agotamiento que tenía después de tantas horas tan intensas y el al fin relajar: ya lo había logrado. Las chicas me pusieron suero y en un rato ya me sentía bárbara. De todas formas no me sentía con fuerza en las piernas para levantarme al baño, así que hacía pis en una palangana.
La China, Naty, Ana y Ale se fueron y nos dejaron a los tres solos. Pedro y yo todavía seguíamos desnudos y así nos quedamos varias horas más. Así queríamos estar. Los tres nos dormimos.
Durante los siguientes días nos siguieron cuidando y mimando, hasta que llegó la hora de volver a Tafí del Valle, donde vivimos.
¡Gracias a Pedro, a Maxi, a la Chinita y a mis parteras por hacerme posible una experiencia tan maravillosa! Y también gracias a mí por hacerme cargo de lo que quería.

María