Es en este mes de Mayo, que desde el año 2004, y por iniciativa de la
Asociación Francesa por un Parto respetado (AFAR.), se celebra la Semana Mundial por el Parto Respetado.
Esta iniciativa surge como una necesidad ante la falta de atención que
los diferentes prestadores del servicio de salud de los distintos países
han hecho en relación al informe sobre “Tecnología de Parto
Apropiadas”, confeccionado por la Organización Mundial de la Salud (OMS)
en la Conferencia Internacional de Fortaleza, Brasil, entre el 22 y 26
de Abril de 1985, cuyas conclusiones se expresan en forma de 16
Recomendaciones aplicables a los servicios perinatales en todo el mundo,
reconociéndose diferencias entre los distintos países y regiones en que
se apliquen. Las mencionadas Recomendaciones de la OMS han sido
actualizadas en Cuidados en el Parto Normal: Guía Práctica de 1996 y
Principios de la Organización Mundial de la Salud acerca del cuidado
perinatal: Guía esencial para el cuidado antenatal, perinatal y
postparto del año 2001.
El objetivo de esta conmemoración es llevar el tema de la humanización y
el respeto en el parto y el nacimiento a los diferentes medios de
comunicación, como estrategia para que la población en general se
informe, debata y reflexiones sobre algún tema específico relacionado
con el parto o el nacimiento, el cual se determina como lema de la
semana.
En Argentina la aludida semana ha sido declarada de interés nacional por
el Senado de la Nación y cuenta con el auspicio del Consejo Nacional de
la Mujer. Este año el lema es “El nacimiento y la economía” (¿cuánto vale el nacimiento de nuestros/as hijas/os?)
Parir: en busca del saber olvidado/expropiado
Cuando un movimiento novedoso comienza a recorrer
el útero, promediando el tercer mes de embarazo, las mujeres nos preguntamos
por la forma en la que ese/a niño/a saldrá de nuestro cuerpo. Cuando el
embarazo ha sido deseado, casi todas nos emocionamos al sentir la onda de vida
que recorre nuestro vientre. El parto aparece como una escena que comienza a
inquietarnos y comenzamos a preguntar a una amiga, a nuestra madre, a hermanas
y primas, por el nacimiento de sus hijos/as.
Pese a la masiva aparición de revistas y programas de radio y televisión, por
no hablar de los sitios de internet dedicados al tema
embarazo/parto/nacimiento/crianza, nuestra desinformación e ignorancia con
respecto a lo que ocurre en el parto y nacimiento de nuestros/as hijos/as es
sobrecogedora. Comparadas con las mujeres campesinas y con la experiencia de
mujeres indígenas que viven a una prudente distancia de la modernidad, o,
comparadas con nuestras abuelas (las que parieron a sus hijos en la década de
1920), las modernas y liberadas mujeres poseen un desconocimiento abrumador de
su cuerpo y el de sus hijos/as a la hora del parto y el nacimiento. Contra la
(bienvenida) lucha por ganar control sobre nuestras vidas, por medio del acceso
de posiciones de trabajo jerarquizado, a posiciones políticas de poder, a los
estudios universitarios, independencia con respecto a nuestro tutores (padres,
hermanos o esposo) y la autonomía económica, se yergue como símbolo
contradictorio y paradójico de una época la casi absoluta falta de control que
poseemos sobre nuestros cuerpos y el de nuestros hijos/as cuando los parimos
asistidas por la “moderna” tecnología biomédica.
En Argentina los porcentajes de nacimientos por cirugías mayores ronda en 50%
en las clínicas y sanatorios privados; pero no baja del 35% en los hospitales
públicos. La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda que por tratarse
en parto/nacimiento de un proceso fisiológico (es decir, normal) la cifra de
cesáreas no debiera superar el 8%. Recomienda a los estados controlar el
sobre-uso de la cirugía mayor por los efectos nocivos y los riesgos que implica
este procedimiento para la salud de la madre y del/a niño/a.
Nuestra Historia
La Antropología Biológica ha mostrado hace bastante tiempo de qué manera la
fisiología femenina de nuestra especie (homo sapiens sapiens), hace unos 40 mil
años, lidió con el proceso evolutivo que supuso la adopción de la posición
erecta que redujo el canal de parto y demandó el nacimiento prematuro de la
cría humana. Nuestras ancestras descubrieron que la posición en cuclillas o
semi-erecta era el modo más inteligente para garantizar el nacimiento exitoso
de sus crías. Este saber bio-cultural fue transmitido de unas a otras a través
de cientos de generaciones instalándose como una clase singular de tradición
femenina de origen fisiológico. Esta tradición de la hembra homo sapiens
sapiens garantizó no sólo la sobrevivencia de nuestra especie y su
multiplicación sobre la faz de la tierra, sino la existencia actual de cada
uno/a de nosotros/as.
Hace sólo unos 150 años Europa se propuso intervenir de manera sistemática
sobre el cuerpo femenino grávido sometiendo y descalificando el saber que sobre
el parto/nacimiento dominaban las comadronas o parteras y las propias mujeres.
La medicina y los hospitales en pos de combatir la locura y las pestes que
asolaban Occidente, anularon las tradiciones femeninas que se organizaban en
torno al embarazo, el parto y el nacimiento de niños/as. Los fines más
explícitos eran garantizar la sobrevivencia cada vez más amplia de las crías
humanas capaces de conformar sociedades de masas, poblaciones sujetas a
gobierno, comenzando a regir su existencia desde su nacimiento. Intervenir
sobre el cuerpo femenino era imprescindible para tamaña empresa.
La sexualidad femenina organizada erógenamente en torno al útero, su anatomía,
su fisiología, las emociones y conocimientos que allí anidan, había sido
atrofiada e inutilizada hacía varios siglos antes del surgimiento de la
Obstetricia y de las técnicas de gobierno del parto/nacimiento. La disociación
de nuestro propio cuerpo y del deseo que lo constituye; la ignorancia sobre sus
procesos, sus requerimientos, sus placeres, lleva varios siglos de reinado.
Entonces hoy
No es casualidad entonces que la cesárea sea actualmente el mejor modo y el más
seguro de traer niños/as al mundo. No es raro que sean las propias mujeres las
que soliciten que las anestesien, les abran el vientre y les retiren a sus
propios hijos de sus cuerpos. Incapaces, por ignorancia históricamente gestada,
de controlar su útero desconocen el modo de acompañar el movimiento ondulante
que atraviesa su cuerpo, semejante a un orgasmo, y que posibilita el descenso
lento y placentero del/a niño/a. Como advierte Casilda Rodrigañez, con un útero
contraído por generaciones de represión sexual, nuestros úteros espásticos y
(f)rígidos sólo conocen dolores (menstruales) y contracciones (en los partos).
La ola orgásmica del movimiento embriagador que de un útero “consciente”
emerge, es para nosotras una fantasía. Ese movimiento embriagador acompañó
buena parte de la experiencia sexual de las hembras de nuestra especie. El
parto y el nacimiento, como una buena cantidad de psicoanalistas y
psicoterapeutas vienen diciendo, forman parte de nuestra sexualidad.
Aun ellas
El hecho de que las últimas mujeres a ser incorporadas a los sistemas
biomédicos de asistencia del parto/nacimiento sean las indígenas y campesinas
es un signo revelador. La mayoría de ellas se resiste a lo que vulgarmente
suele llamarse “medicalización” del parto/nacimiento; paren a sus hijos
escondidas de los agentes sanitarios, asistidas por parteras y comadronas,
algunas veces con nefastas consecuencias para su salud derivadas de la
situación de clandestinidad. Para estas mujeres es evidente que el embarazo, el
parto y nacimiento de sus hijos/as constituyen hitos fundamentales de su
sexualidad y saben que buena parte de su bienestar deriva del control que sobre
su cuerpo y sexualidad ejercen en aquel trance vital. La agenda del moderno
movimiento de las mujeres se vería ampliamente enriquecido si fuera capaz de
dar lugar a esta rica experiencia femenina indígena y campesina.
Ellas son una guía y un testimonio vivo de saberes, placeres y poderes aún a la
mano de muchas mujeres que, junto con nuestras madres y abuelas, hemos perdido
el camino a “casa”, a nuestros cuerpos, a nuestros úteros donde late el deseo y
la vida. Cuando decidimos ser madres, al fin…, embarazadas, pariendo,
amamantando a nuestros/as hijos/as, mirándolos a los ojos llenas de amor,
estamos ejerciendo una faceta de nuestra sexualidad, quizás la menos
comprendida de esta moderna época. Los deseos y sentimientos que esta faceta
produce ameritan y demandan cuidado, respeto, libertad, conciencia,
responsabilidad. Si los aparatos e instituciones bio-médicas son capaces de
ajustarse a ello, entonces generan vida, si no lo hacen, atan, adormecen,
cortan, manipulan, penetran, matan.
Dra. Laura Zapata
Facultad de Ciencias Sociales – UNICEN
Av. del Valle 5737 – B7400JWI
Olavarría, provincia de Buenos Aires, Argentina
Tel. (54-2284) 450115 / 450331 int. 312
Extracto extraído de http://extension.unicen.edu.ar/salud/?p=151
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